lunes, 11 de enero de 2010

Corre, Rocker. (26)


Con esos ases en la manga, me atrevo a intentar explicar cómo venció mi rebelión contra la esclavitud de las células. Mi propio paganismo me ayudó contra la adicción. En mi casa, desde que crecimos, recibimos una educación tolerante y comprensiva. Un vicio no era un secreto, ni un enemigo, ni una enfermedad execrable. Era simplemente una elección en la que mandaba la debilidad humana. Por tanto, no hube de luchar contra la vergüenza, contra los remordimientos o contra la mala conciencia. Tuve las manos libres para ocuparme de resolver lo verdaderamente importante. A los sumo, hube de cargar con mi vanidad herida, que al final resultó no ser tan fuerte como pensaba. De una manera paradójica, su educación ética les devolvió con naturalidad el hijo a aquellos padres. Resulta que a veces las cosas compensan.

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