sábado, 2 de enero de 2010

Corre, Rocker. (16)


Por ejemplo, yo aspiraba a ser un escritor bilingüe, cosa que me parecía fascinante. Así que le pedí ayuda a una compañera de instituto para corregir mis faltas en catalán. Lo hizo con gran sentido de la pedagogía y de la amabilidad.
Iba yo un día paseando con mis pantalones de cuero negro y me la encontré en el parque de la Ciudadela. Le comenté que me dirigía a un concierto de los Ramones y me contestó irónicamente: "Ah, ¿y por eso te has vestido así?". Le contesté que no necesariamente. Me los ponía cuando me apetecía. Lo que me callé, por pura cortesía, fue que me había parecido la actitud más patrenalista y farisea que pudiera imaginar. Suponerse capacitado para connotar las maneras de vestir de los demás como correctas o incorrectas nos pone a un paso del estado policía o de los burgueses bienpensantes de Flaubert. Lo que también me callé fue que, puestos a juzgar vestimentas, la suya le ponía a un paso de una Heidi decididamente volcada hacia lo cursi. Pero era rubia, tenía unos ojos azules preciosos y preferí dejarla que se alejara levitando por su sendero excursionista de connotaciones patrias.
En rigor, he de reconocer que ella era una persona encantadora y uno siempre encuentra decepcionante que le desinflen las posibilidades de ligar, pero la anécdota sirve perfectamente como metáfora de la incomunicación existente en aquellos años entre la catalanidad "pertinente" y la realidad mestiza ignorada que ofrecía la calle barcelonesa. El desprecio era altivo y mutuo, sin atender, cualquiera de las mitades, a que era una negación de la realidad el prtender ignorar a la otra parte. El hecho incontrovertible para mí es que, a pesar de expresarme principalmente en castellano, inevitablemente comprendo mejor a mi primo Pep de la comarca d´Osona y a Federico Fellini que a un campesino argentino o a un policía mexicano. Por tanto, mi catalanidad, expresada en castellano, es incontestable.

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