miércoles, 17 de abril de 2013
Nada por la patria. (13)
Los enseñantes y los periodistas saben que algunos entre los más osados ya se han ido, han sido tiroteados o morirán pronto arrinconados en un asilo para viejos locos enfermos. Saben que muchos están abjurando y que casi todos se resignan a un futuro de jaulas pequeñitas, pintorescas, dentro de la gran jaula asimilacionista poblada por el pensamiento único y monolingüe a efectos emblemáticos.
Los periodistas y los enseñantes saben todo eso y más. Saben que Cataluña no es ya que sea un oasis sino que es un mundo feliz huxlesiano, el Seahaven de Truman, una Pleasantville que ellos están edificando desde aquel 1984 de Orwell y aun antes. Lo saben pero, claro está, callan. ¿Cómo va a decir el mayordomo que su amo es el asesino? Se ha dicho y se seguirá diciendo, en un intento acaso desesperado de aplicar al texto impreso la técnica audiovisual de la redundancia: el espectador no es un escuchante sino un oyente, provisto por lo general del mando a distancia que le pemite, sin moverse de su butaca, zapear. Al lector le basta con las manos desnudas, que tienen más poder sobre un libro que el mando a distancia sobre una pantalla: releer, volver atrás, subrayar, saltarse páginas, tirarlo al fuego como Carvalho.
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