lunes, 8 de abril de 2013

Contra las patrias. (17)


Una última palabra, desde la reflexión ética. En su libro "la paradoja de la moral", Vladimir Jankélevitch habla de ser fundamentalmente evitado por el proyecto ético. La prosopolepsia (del griego prosopon, máscara) es un error denunciado en diversos textos neotestamentarios, que consiste en conceder importancia primordial a alguna de las máscaras de la identidad humana en lugar de reconocer aquello verdaderamente humano, la libertad que nunca puede identificarse sin cristalizar en cosa muerta. La máscara nacional es una de las fabricadas por la libertad humana, que gusta de darse forma y de crear los símbolos de su arrogancia o de su demanda; el patriotismo es el entusiasmo puesto al servicio de esta máscara, a veces tan noble y a veces tan obcecado y letal como cualquier otro entusiasmo. A diferencia del cruel De maitre,la ética conoce al hombre y no al francés, al italiano o al ruso. Es decir, conoce al hombre y su opción libre en el francés, el italiano, el ruso o el apátrida. Respeta la diversidad sin la que no habría más que un solo y totalitario dominio, pero mantiene intacto el ideal de universalidad que rescata a la virtud de ser instrumentalizada por una u otra estrategia de poder. Porque todas las víctimas del patriotismo son víctimas de un malentendido y de un absurdo del que a fin de cuentas sólo unos cuantos -los más brutales- sacan auténtico provecho. Y las víctimas deben ser respetadas, honradas, compadecidas; pero el ídolo al que fueron inmoladas no merece más que uno cuantos certeros golpes de piqueta.

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