lunes, 25 de marzo de 2013
Nada por la patria. (10)
Ese clima, exactamente ese, era el que impregnaba la Barcelona de 1992 no mucho después de las Olimpiadas donde un hijo de Jordi Pujol había hecho una carrerilla pública portando un "Freedom for Catalonia" -en inglés, of course: todos los mensajes que aspiran a salir por las pantallas del mundo deben redactarse en inglés-; las Olimpiadas internacionalísimas repletas de músculo farmaceútico donde los independentistas queriendo boicotear a los reyes habían logrado que el público del estadi se lanzara a vitorear a España y a sufrir por ella como hacía tiempo que no se veía en Cataluña. El público, sí, municipal y espeso, en el anonimato multitudinario y amniótico del Estadi. Pero después, uno a uno, por la calle, en el trabajo, todos esos individuos que juntos y revueltos conformaban la multitud española volvían a estar asustados, todos aceptaban la hegemonía nacionalpujolista que habían ido construyendo políticos y periodistas, suqueros y escoltes, nadie de aquella furia española que rugió poderosa en Montjuïc.
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