lunes, 15 de octubre de 2012

Nada por la patria. (4)


A la ley del silencio instaurada en 1981, tras el tejeretazo y el manifiesto de los 2.300, se le daba una nueva y más enérgica vuelta de tuerca. Se trataba de proceder a una sustitución lingüística subprepticia, "sin que se notase el cuydado". Casi todas las víctimas callaron. Porque eran pobres, porque llevaban dentro desde siglos el frío y el miedo de los pobres hijos de pobre y nietos de pobre. Porque, aunque supieran que ni llegando a rico se deja de ser hijo de pobre, querían que sus hijos pudiesen medrar un poco más que ellos -"El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana"- y sabían que solo medra el pobre cuando para dejar de serlo hace lo que los ricos quieren que haga.

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