miércoles, 6 de mayo de 2009
La única patria de los niños.
Una columna firmada por el notario y escritor Juan José López Burniol.
.Esta semana recién ida, me he preguntado más de una vez si los niños tienen patria. Es posible que usted, lector, esté al cabo de la calle y sepa por qué me he planteado este extraño interrogante; o puede que no tenga ni idea. En el primer supuesto, no vale la pena insistir sobre ello; en el segundo, prefiero no decirlo. Pero en todo caso, sigue en pie la cuestión. ¿tienen patria los niños?
.Pese a su universo hermético y simbólico, Rainer-Maria Rilke dio una respuesta clara a esta duda al proclamar que "la verdadera patria del hombre es la infancia". Y precisó aún más: "La única patria feliz, sin territorio, es la conformada por los niños". De lo que se desprende que la única e irreversible patria es la que cada niño concibe, para sí, durante su infancia. Desde la perspectiva que brindan estas ideas, se capta en toda su hondura lo que quiso decir Antonio Machado cuando escribió: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla". Aquel patio era -fue- la auténtica patria del poeta. Tanto que, después de su muerte, alguien halló en el bolsillo de su gabán un papel arrugado con un único verso, solitario y pstrero, escrito cuando -derrotado y huído- estaba en la antesala de una muerte inminente. Aquel verso dice así. "Estos días azules y este sol de la infancia". El mismo sol que estalló pleno de luz en Sevilla, cuando todo era posible, se ocultó para siempre en Colliure, cuando todo estaba consumado.
.Cualquier otra patria distinta de la infancia es potencialmente peligrosa, pues exigirá -llegado el caso- sacrificios tremendos. Lo tenía claro aquella atribulada madre italiana de la que nos habla Eric Hobsbawm en uno de sus libros -lamento no precisar la cita- y que, ante el estallido de la que luego fue conocida como guerra europea, se volvió hacia su hijo en edad militar y, mirándolo con amor y preocupación infinitos, le dijo estas sencillas palabras. "Scapa figlio che veni la patria" (escapa hijo, que viene la patria). Aquella madre no estaba para banderas ni himnos, no quería aceptar el ritual terrible que acompaña siempre a la entrega de los hijos en holocausto por la patria. Las madres suelen ser así.
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