miércoles, 28 de noviembre de 2012

Contra las patrias (3)

En cuanto adopto con cierta determinación un punto de vista, comienza a tentarme con fuerza la opción opuesta y soy más sensible que nunca a sus encantos persuasivos. Esta propensión a encarnar la quinta columna de mí mismo no me evita los furores de la toma de partido, pero, en cambio, me priva del dócil nirvana de la afiliación...

Contra las patrias (2)

Tras mi experiencia como profesor en el País Vasco, he quedado convencido de que nuestros males presentes -por no hablar de los futuros- provienen de la educación perversa que a tantos y tantos futuros ciudadanos vascos se les ha dado desde la primera enseñanza hasta el final de los estudios universitarios. La saña de los jóvenes vándalos urbanos que hoy apalean a viandantes desafectos, queman autobuses y destrozan cabinas telefónicas en el País vasco no es genética, ni fruto de la opresión que ven a su alrededor (han nacido y crecido en la autonomía más libre de Europa) ni consecuencia del paro, la marginación o la droga sino estrictamente ideológica: les ha sido inculacda por las personas que debieron educarles, muchas de las cuales ahora se escandalizan de sus desmanes.

Contra las patrias


A partir de hoy iré seleccionando y colgando trozos de "Contra las patrias", el libro que escribió Fernando Savater en 1984 y que fue reeditado en 1996.



Desde hace mucho estoy convencido de que el Estado democrático moderno no tiene como misión fabricar homogeneidad social a costa de las diferencias nacionales de los grupos que en él conviven sino defender el marco común de los derechos individuales en que éstas deben y pueden convivir, lo cual produce la verdadera homogeneidad social deseable. Por tanto, cuando ahora se habla de aceptar la plurinacionalidad constitutiva -no sé si también constitucional, ni me importa demasiado- del Estado español, estoy completamente de acuerdo. Pero llevo el plurinacionalismo un poco más lejos, porque no lo concibo sólo entre cada una de las nacionalidades históricas y el Gobierno central, sino dentro de cada una de ellas. Ser plurinacionalista no es sólo querer la pluralidad nacional en España sino también en Euskalherria o en Catalunya. Quienes se contentan con menos y entienden la construcción política nacional como imposición de valores homogéneos en su territorio de pertenencia -aunque reclamen la pluralidad nacional para el Estado- no son plurinacionalistas sino nacionalistas a secas, siéntanse ante todo españoles, vascos o catalanes. A fin de cuentas, los nacionalistas -incluso los más pacíficos- ven a la humanidad formada por regimientos, cada uno con su uniforme y su pendón que no debe confundirse con el de los demás.

La tierra nos obliga...


"El riesgo que corremos es conferir el peso decisivo a las metáforas y no a la tierra. En este sentido, investigar las complejidades de un paisaje distante provoca reflexiones sobre el propio paisaje interior y sobre los paisajes familiares que llevamos en la memoria. La tierra nos obliga a intentar comprender qué somos nosotros mismos."

BARRY LÓPEZ

sábado, 10 de noviembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

El agujero negro

Las trampas del ambicioso llevan a la perdición.

En política nunca hay que perder la compostura

Educación

Elvira Lindo en El País.




No se desaliente: no tenemos la educación pública que quisiéramos (a pesar de la aireada campaña "ni un niño sin ordenador") pero usted puede enseñar a su hijo a no despreciar el conocimiento. No se desanime: es probable que la buena educación le haga sentir a su hijo como un raro en determinados ambientes, pero superados esos desajustes no habrá en el futuro estrés postraumático. No deje para otros lo que puede hacer usted; no tiene por qué esperar, por ejemplo, a que en los colegios se enseñe a comer saludablemente; sienta como una vergüenza personal que en un país mediterráneo como el nuestro haya niños obesos; actúe, no es tan difícil, se trata sólo de enseñarles a comer como Dios. No se acompleje; no pasa nada porque vigile de cerca a su hijo adolescente, se ha hecho toda la vida sin pensar que se atentaba contra ningún derecho fundamental. No tenga miedo a racionar la televisión. No tenga miedo a asomarse a la habitación de su hijo, no se trata de espiar sino de proteger. No quiera ser como su hijo, no se juvenilice, él necesita sentir que está guiado por adultos. No tema decirle que está en contra del botellón y de los encierros, es bueno que él sepa lo que usted los detesta. Y por supuesto, no se apunte a un encierro por acompañar al niño, ahí sí que está usted perdiendo la cabeza y adiestrándole en la brutalidad. Hágale saber que tiene deberes con la sociedad, y si no quiere usar la palabra "sociedad", por ser algo abstracta, hágale saber que tiene deberes con seres concretos. No se deje estafar por esta especie de catastrofismo que nos arroja a pensar que, como todo es un desastre, nosotros, individualmente, no podemos hacer nada. Su desánimo tiene un componente de imperdonable pereza: si ha tenido hijos, sea padre, sea madre. ¡Ejerza! La mejor herencia que podemos dejar en este mundo grosero es la buena educación.