jueves, 19 de noviembre de 2009

Los minusválidos catalanes no podemos ir por Europa


La carta de un lector de El Periodico de Catalunya


Estuve en Francia hace ya un tiempo. En general, cuando viajo no tengo problemas para que mis interlocutores comprendan que soy sordo profundo, y que por esta razón llevo conmigo un certificado que acredita mi invalidez. Los audífonos son evidentes; si no, se ven fácilmente señalándolos con el dedo. Pese a ello, cuando quise coger el tren de cercanías de París para ir a Eurodisney, por primera vez en mucho tiempo me pidieron ese certificado en las taquillas. Lo miraron atentamente, y me miraban a mí. El texto estaba en catalán. Les enseñé entonces una copia que tenía en castellano, pero dijeron que tampoco lo entendían. El tiempo iba pasando y el tren se disponía a salir, por lo que pagué el billete sin poder usar mi certificado para obtener el descuento al que tengo derecho.
Al volver a Barcelona, me dirigí al Institut Català d’Assistència i Serveis Socials de la Generalitat para solicitar unas copias del certificado en inglés y francés para poder acreditar mi invalidez sin necesidad de preguntas y diálogos complicados en una lengua que no es la mía. La respuesta la tuve en pocos días, a través de una carta que decía que los certificados solo se emiten en catalán y en castellano, que son los idiomas cooficiales de Catalunya. Gran descubrimiento. Respondí que yo necesitaba ese papel en inglés y francés. Todo siguió igual, por lo que fui a unas oficinas de la Generalitat de la calle de Tarragona, donde me dijeron que acudiera a un traductor oficial. ¡Vaya solución!: mínimo gasto para la Generalitat y máximo gasto (y molestias) para el usuario. El dinero que se destina a las embajadas catalanas en el mundo es más importante que el dedicado a los minusválidos. Evidentemente, aquí hay alguien que no piensa.

Eduard Viu
Barcelona

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La política hace extraños compañeros de cama

Censo lingüístico


Jesús Royo en La Voz Libre.




Cuando se hace un censo, igual nos creemos que las preguntas son inocentes. No. Sobre todo, en el apartado referente a la lengua, detrás de las preguntas que se hacen hay todo un consenso político laborioso. Por parte del nacionalismo gloriosamente reinante, hay un auténtico oscurantismo militante. No quieren saber, no quieren que se sepa, no permiten que los ciudadanos declaren cuál es su lengua materna, la lengua que hablan en casa. En vez de esto, se pregunta “¿entiende el catalán?” Y claro, la gente contesta como si fuese un examen para aprobar. También debe haber quien lo entiende perfectamente y contesta que no para fastidiar.

En las hojas de matrícula escolar se pregunta “¿cuál es su lengua habitual?” Claro que, en el contexto de la escuela, declararse castellanohablante tiene un cierto grado de insumisión. Además, si toda la escuela es en catalán, es probable que el alumno castellanohablante considere que el catalán es su 'lengua habitual'. Entonces, la pregunta es ociosa... Sólo hay que imaginarse qué habría pasado si en la escuela franquista se hubiese hecho esta indagación: ¿cuántos catalanohablantes habrían declarado 'castellano' como 'lengua habitual'? ¿Y por qué?

En el impreso de matrícula de la 'Pompeu' (la Universidad Pompeu Fabra), se pregunta “cuál crees que debe ser la lengua docente: catalán/castellano/otras”. El detalle sutil está en el artículo 'la' y en que no aparece ninguna casilla para 'las dos'.

Puede parecer manicomial, pero es cierto. Yo mismo lo he visto en un congreso científico. Una personalidad de bastante prestigio académico razonaba que de ninguna manera se tenía que permitir que se preguntase a los ciudadanos sobre su lengua materna. Su explicación era muy 'pedagógica': eso sería como preguntar a un niño “¿a quién quieres más, a papá o a mamá?”. Sería cruel para el niño, porque se encuentra ante el dilema de escoger entre dos amores, inclinarse por uno de los dos, definirse. A lo mejor el ciudadano nunca había pensado que era castellanohablante. ¿Por qué tenemos que hacer que se defina, si eso le comporta una incomodidad o una pérdida de expectativas laborales o simplemente sentirse alejado de sus vecinos y amigos? Y sobre todo, el gran argumento era que, si se preguntase eso en un censo, nos estaríamos jugando todo el 'hecho nacional' a una carta...

Eso es intelectualmente perverso y políticamente denigrante. Los ciudadanos no somos niños, ¡por favor! Reivindiquemos un censo lingüístico. Y sobre números y mapas, que se presenten propuestas transparentes de gobierno. Y que se voten. Desdichado país, en el que hay que reivindicar las cosas evidentes.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Pasos necesarios


FERNANDO FERNÁNDEZ MÉNDEZ DE ANDÉS Rector de la Universidad Nebrija. Foro de la Sociedad Civil, en ABC



Hay que agradecer al nuevo ministro su oferta de un Pacto Nacional de Educación. Hay que suponer también que es compartida por el Presidente de Gobierno y que supone una renuncia implícita a su política de hacer de la educación espacio preferido de confrontación ideológica. Hay que confiar por último que este Pacto se entendiese con voluntad de permanencia, no como mera operación táctica o coyuntural, como una nueva foto para visualizar el activismo del ejecutivo. Un pacto que ha de nacer del acuerdo de los dos grandes partidos mayoritarios, que son los llamados a gobernarlo, y que estuviera abierto a los agentes sociales y profesionales de la educación, pero que no dependiera de ellos. Me van a perdonar mis colegas, pero somos en parte responsables -por omisión, complacencia o corporativismo- de los males actuales. Somos un ejemplo de la debilidad de la sociedad civil española.
Con estas premisas permítanme que vaya directamente al grano y sintetice el Pacto necesario en tres palabras, calidad, competencia y eficiencia. La calidad de un sistema educativo es muy difícil de medir, es una variable multidimensional que refleja las funciones de utilidad de los diversos colectivos afectados, stakeholders en terminología empresarial. Pero convengamos que hay indicadores internacionales, estudios de referencia en los que España compara muy mal. Convengamos también que no es principalmente un problema de gasto público porque de esos estudios no se deriva una correlación positiva entre gasto y calidad de la educación. Es cuestión de instituciones, incentivos y participación de la sociedad.
La calidad de un sistema depende crucialmente de los objetivos que le han sido asignados. Si, como es el caso en muchas partes de España, el sistema educativo se ha concebido, diseñado y financiado con el objetivo de contribuir decisivamente a la creación de nuevas naciones, no podemos luego quejarnos de que sus resultados en términos de cohesión territorial, conocimientos académicos o competitividad económica sean manifiestamente mejorables. Centrar el objetivo es pues una condición necesaria del pacto. Habrá que reconocer que la descentralización educativa plena no ha funcionado bien si se trata de formar ciudadanos españoles más educados, más libres y más competitivos. Recuperar algunas competencias básicas del Estado Central parece una consecuencia inevitable. Si ello requiere un cambio constitucional no habría que tenerle miedo, se ha planteado su reforma para temas mucho menores, pero me van a permitir una herejía de ignorante en leyes. Se me ocurre que si los doce hombres y mujeres justos del Tribunal Constitucional son capaces de dedicar cinco largos años de sus vidas a compatibilizar el Estatuto de Cataluña con los preceptos constitucionales, bien podrían dedicarle otro tanto a la educación.
Contenidos y proveedores son otros dos aspectos básicos de la calidad. Sobre los primeros se ha discutido desde los inicios de la Humanidad. Pero convengamos en que hoy el objeto de la educación no es tanto ofrecer conocimientos como enseñar a discernir, aprender a aprender. Vivimos en una sociedad donde la información es prácticamente gratuita y abundante, si uno la sabe buscar convenientemente. Demos pues a nuestros estudiantes las herramientas y los criterios para entender el mundo que les ha tocado vivir y para progresar en él. Despertemos en ellos el gusto por la lectura y el afán por la experimentación, expongámoslos a los clásicos y a los descubrimientos científicos más novedosos, pero sobre todo rompamos esa dicotomía mortal entre Ciencias y Letras. Siempre he tenido envidia de esos malditos ingleses que después de pasarse varios años leyendo a Virgilio y Aristóteles son capaces de estudiar Bioquímica o gestionar un banco. Eso es aprender y esa la versatilidad necesaria para la economía global.
Sobre proveedores de educación no deberíamos ya discutir. Deberíamos tener ya claro que el modelo único de enseñanza pública impuesto por la Revolución Francesa para hacer ciudadanos a golpe de instrucción obligatoria está obsoleto. Más cercana está incluso la Revolución Cultural y sus mil flores. Porque efectivamente la buena educación hoy requiere experimentar también con las formas tradicionales de proveerla, sin tabús ni cegueras ideológicas. Déjenme que les ponga dos ejemplos de esos prejuicios que impiden un debate constructivo, los uniformes escolares y la educación segregada por sexo.
Los primeros ha reaparecido en Estados Unidos de la mano de padres conscientes y preocupados del Bronx y de Harlem, que no son precisamente oasis de lujo, que entienden que la buena educación es una formación en valores y empieza por respetarse uno mismo y a los demás mediante lo que antaño llamábamos urbanidad. La segunda nunca ha desaparecido, quizás porque es la educación favorita de las élites intelectuales y progresistas de Nueva Inglaterra. No defiendo ninguno de los dos ejemplos. Pero tampoco los condeno. El punto es la libertad para que los ciudadanos elijan el modelo educativo que mejor satisface sus preferencias, la voluntad del Estado para respetarlos y la disposición a financiarlos sin exclusiones ni prejuicios. Y el compromiso de los padres con un modelo educativo en el que creen. Así han conseguido otros países mejorar significativamente los resultados académicos.
En España, por razones comprensibles, a la salida del franquismo optamos por un sistema educativo que es una mala copia del francés, mala por tardía y porque le falta el elemento unificador. Hora es ya de reconocer que se ha quedado obsoleta. Ha conseguido además alejar a los padres de la educación, porque se les veía como reaccionarios que impedían el cambio social. Hemos transferido la responsabilidad al Estado, de hecho a las Comunidades Autónomas, que invaden parcelas crecientes de libertad individual. Revertir esa tendencia porque ha fracasado en producir ciudadanos cultos y bien preparados es una componente necesaria del Pacto educativo. Confiar en los padres y devolverles la capacidad de elegir. Hacer competir a las instituciones educativas por atraer a los mejores alumnos, los mejores profesores, las mejores metodologías, deberían ser los principios inspiradores de este Pacto. Financiar a los estudiantes y no a las instituciones, subsidiar a los más necesitados y primar a los más brillantes, huir de la uniformidad, incentivar la aparición de gestores profesionales de centros educativos y asegurar que los propios centros se beneficien también de las mejoras en el rendimiento de sus alumnos. Todo ello son pasos necesarios y todos han de ir acompañados de un incremento sustancial en la transparencia en la gestión de fondos públicos para aumentar una eficiencia siempre conveniente y más en tiempos de crisis. Porque de lo que estamos hablado es de la necesidad de encontrar un nuevo espacio de colaboración entre la iniciativa privada y pública en la gestión de un servicio público como es la educación. Algunos, los más reaccionarios, lo llamarán privatización para matar toda posibilidad de discusión racional. Otros, entre los que estoy seguro estará el ministro Gabilondo, lo llamarán fomentar la pluralidad y la experimentación.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Tautologías


Jon Juaristi en ABC

EN El Correo del pasado viernes, Joseba Arregi plantea una interesante
serie de preguntas que deja sin respuesta o, mejor dicho, con una
tautología que obliga a seguir preguntando. ¿Por qué ETA no
desapareció con la transición a la democracia? Porque la sociedad
vasca, o una parte muy significativa de la sociedad vasca, ha
derrochado tolerancia y comprensión con los terroristas. La cuestión
que habría que formular a continuación es, obviamente, a qué se ha
debido tanta comprensión. Con todo, las preguntas de Arregi son muy
pertinentes, y sus respuestas tautológicas, nada vanas, porque, al
menos, impiden desviarse por los vericuetos estúpidos que tanto gustan
a los nacionalistas, como aquellos de la opresión nacional, cultural,
lingüística y majaderías similares. Arregi plantea sus preguntas con
rigor y valentía, y, desde luego, una de ellas encubre la respuesta
del millón. Quien sabe preguntar, responde preguntando, y es lo que
Arregi consigue -una respuesta redonda- al preguntar qué hace el PNV a
estas alturas reclamando una independencia nacional vasca como si
fuera un derecho natural perseguido y negado por España, y no, añado
yo por mi cuenta, una solemne gilipollez inventada a finales del siglo
XIX por un par de señoritos resentidos que nunca dieron un palo al
agua por no cansarse. Lo que hace el PNV es bastante evidente para
quien quiera verlo: seguir suministrando comprensión y coartadas
sentimentales a ETA. O, en otras palabras, facilitar la labor de los
corruptores de menores que reclutan nuevos terroristas para la banda.
Como bien dice Arregi, ya se ha hecho tarde para sostener que la
reivindicación de la independencia es inocente y no tiene conexión
alguna con el terrorismo. Cincuenta años y un millar de asesinados
demuestran lo contrario.
Hace ya muchos años, cuando los ciudadanos muertos a manos ETA no iban
ni por la mitad, propuse otra tautología: ETA mata porque en el País
Vasco hay mucho asesino suelto. Es cierto que las tautologías son
preguntas redundantes, preguntas disfrazadas de respuesta, pero, al
suscitar nuevas preguntas, van iluminando a los que de verdad quieren
enterarse de lo que se juegan en la respuesta y evitan mirar con
fijeza paranoica el dedo que señala la luna. Una tautología como la
última mencionada plantea una cuestión tan marginal al devaneo
ideológico como las sensatísimas preguntas del artículo de Arregi:
¿por qué el País Vasco ha producido tanto asesino en estos cincuenta
años? La Audiencia Nacional ha condenado muy recientemente a un
anciano dirigente nacionalista, padre y tío de etarras, por negar la
condición de asesinos de los asesinos de ETA. No discuto la sentencia,
pero me temo que es lo que piensa todavía hoy la mayoría de los
nacionalistas vascos, aunque no se atrevan a decirlo. Que matar por la
independencia de Euskadi, Euskal Herria o como quiera que llamen al
delirio de Sabino Arana, no es asesinar, sino matar en legítima
defensa de la patria oprimida. Si se les preguntase en qué se
manifiesta tal opresión, algunos aducirían ciertas paridas
coyunturales, como, por ejemplo, que el PSE y el PP vascos,
teledirigidos desde Madrid, han echado al PNV del gobierno autónomo
(obviando el insignificante detalle de que esa ha sido la voluntad
democrática de la mayoría de los vascos), pero todos aludirían a la
existencia, en las cárceles españolas, de un montón de presos vascos
que, al parecer, no merecen lo que les pasa. O sea, que Euskadi está
oprimida porque hay gente que mata por Euskadi. Típica tautología de
pederasta: sabiendo cómo soy, no me pongan delante niños ni guardias
civiles.

sábado, 7 de noviembre de 2009

jueves, 5 de noviembre de 2009

Germen nacionalista


Os dejo un trocito del discurso que brindó Miquel Roca, en la concentración del 11 de setiembre de 1976 en Sant Boi de Llobregat. Así nos luce el pelo.


Se´ns ha dit que tot això és un "nacionalismo de campanario". El qui ho deia despectivament no sabia, potser, que a nosaltres això no ens molesta. El nostre és un nacionalisme de campanar, sí, un nacionalisme que pujarà als campanars per tocar les campanes de la llibertat. Les campanes i les sirenes de les fàbriques, que reuniran tot un poble, ressorgit de les cendres de la persecució i de la repressió; al llarg de la história hem resistit, hem guanyat!
Però les campanes no es quedaran mortes en el seu tocar quan arribin als límits de Catalunya. Se sentiran més enllà, i les seves campanes, de les seves viles i ciutats, dels nostres germans del País Valencià i de les Illes, de Castella i d´Andalusia, del País Basc i de Galícia, d´Extremadura i d´Aragó, s´ajuntaran amb les nostres, perquè si Catalunya toca a llibertat, amics, és que a tot l´estat haurà arribat també l´hora de la llibertat.

Zapatero remendón

El Rock de "Manos Amarillas".

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Esa gentuza


Una columna de Arturo Pérez-Reverte





Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.

martes, 3 de noviembre de 2009

domingo, 1 de noviembre de 2009

La diferencia entre ayudar a Catalunya o salvarla.

En el libro: "Roca, l´últim segon", encontramos una anécdota muy interesante ya que clarifica los diferentes tipos de nacionalista catalán.




Trias Fargas, sota aquella aparença d´aristòcrata anglés, era un foteta increible. I s´en fotia molt, de Roca i de Pujol. Quan es dirigia a Pujol sempre li deia: "El que tu diguis, líder, si ho diu el líder..."
Hi ha una anècdota il-lustrativa d´aquesta relació, datada el 1.977, Pujol i Trias, amb Josep Verde Aldea, estaven gravant en una emissora la falca de publicitat electoral del Pacte Democràtic per Catalunya. Trias va incloure en la seva intervenció la frase "...i tots viureu millor". Pujol i Verde li van fer notar que hauria d´haver dit viurem, i no el pejoratiu viureu. Però per fer aquella modificació Trias havia de repetir la seva intervenció sencera, i com que eren les tres de la tarda, s´hi va negar.
-N´estic fart. Marxo-va dir.
-Jo bé em quedo, i aixó que avui és el meu aniversari de casament -li va replicar Pujol.
-Tu vols salavar Catalunya, i per tant t´has de quedar. Jo, com que només vull ajudar-la, marxo.
I se´n va anar.

El castellano en Cataluña


La carta de un lector de El País:


Muy a mi pesar, como catalanista y de izquierdas, tengo que reconocer que, en Cataluña, el uso del castellano está restringido, no existe la posibilidad de expresarse o recibir información en los dos idiomas oficiales. Como ejemplo puedo indicar que mi madre, persona que habla y piensa en castellano, que además es de avanzada edad y está más bien regular de salud, cada vez que recibe una notificación de su médico, que por desgracia son muchas, tengo que traducírsela al castellano, porque únicamente está escrita en catalán. Esta situación me parece muy pobre, y desde luego no me sirve que algún político me diga que puedo exigir que la Administración se dirija en el idioma que conoce o que tiene a su disposición escuelas de adultos para aprender catalán. Es decir, el uso y entendimiento del catalán es obligatorio y no un derecho para todo el mundo en Cataluña, ésta es una situación lamentable y que restringe los derechos constitucionales de las personas, y desde mi punto de vista hace más pequeño a un país.


DAMIÁN BARRANCO GÓMEZ - Terrassa, Barcelona